Las gafas graduadas se utilizan para corregir diferentes defectos de visión que padecen las personas tales como miopía, hipermetropía, astigmatismo o presbicia. Si no cumplen ese objetivo, no tiene sentido que las utilicemos. De esta manera, respondiendo a la pregunta de cuándo es conveniente cambiar las gafas, podemos indicar que lo más lógico es hacerlo cuando no resuelvan los problemas de visión.
Hay personas que, tras acudir a la óptica y solucionar sus problemas visuales con unas gafas graduadas, pasan años sin volver al centro óptico. De hecho, muchas veces lo hacen porque se rayan los cristales o se rompen las varillas.
Problemas de Visión
Aunque lo ideal es acudir de manera periódica al centro óptico para revisar la salud visual y detectar cualquier problema lo antes posible, es indispensable hacerlo cuando se detectan los primeros signos relacionados con problemas de visión.
En este sentido, si a pesar de utilizar gafas graduadas, tenemos alguna dificultad para ver o enfocar correctamente, es necesario acudir al centro óptico. De vez en cuando podemos poner a prueba la visión tapando un ojo y el otro, de manera alternativa, y comprobando que vemos correctamente con ambos.
Otras veces, podemos sospechar que la graduación de nuestras gafas no es la correcta, si sufrimos dolores de cabeza o mareos de manera recurrente. En muchas ocasiones, estas molestias se derivan de una visión deficiente y problemas en la graduación de los cristales.
Por su parte, las personas mayores, debido a la edad y a la evolución de algunas enfermedades, pueden ver modificada su capacidad visual. Es muy importante revisar de manera frecuente la visión para que el óptico-optometrista pueda anticiparse a los problemas, adaptando las gafas graduadas a las necesidades de visión de la persona en cada momento.